Alejandro “Pichi” Mendoza, el supuesto autor del crimen de Fernando Sebastián Medina, se transformó en una pieza clave en la investigación del homicidio del preso que denunció a los guardiacárceles por el tráfico de drogas en el penal de Villa Urquiza. La fiscala Adriana Giannoni sumó indicios para sospechar que el joven de 20 años habría sido “soldado” de los miembros del servicio penitenciario.
Medina, de 31 años, fue atacado por Mendoza el miércoles 22 de noviembre en el patio de recreo del Anexo 1 de la cárcel. La víctima y un compañero (su nombre se mantiene en reserva), luego de haber denunciado la venta de marihuana, cocaína y psicofármacos en la cárcel, fueron trasladados a la Seccional 7ª por cuestiones de seguridad. El domingo 19, sin que se conocieran fehacientemente los motivos y sin ninguna orden judicial, los denunciantes fueron trasladado a Villa Urquiza y en el traslado habrían recibido una feroz golpiza. La víctima, ni bien pudo, habló con sus familiares para denunciar lo que estaba pasando y que estaba seguro que lo matarían. Sus sospechas se confirmaron dos días después.
“Tengo identificados a los guardiacárceles que venden drogas”
“Pichi”, cuando declaró ante la fiscala, dijo que en realidad él se había defendido de un ataque de Medina. Pidió que lo revisara un médico forense para que constatara las lesiones que había sufrido en el choque. El profesional lo examinó y determinó que esas lesiones no eran características de una pelea y que casi con seguridad se las había realizado él mismo.
Giannoni, después de haber recibido una serie de informes de los responsables de la Dirección de Institutos Penales, no sólo habría desvirtuado la teoría del acusado del crimen, sino que sumó indicios para demostrar que podría haber actuado como un “soldadito” de los guardiacárceles. Por ejemplo, en un informe, descubrió que Mendoza fue trasladado al Anexo 1 después de autolesionarse el domingo 19, día en el que Medina fue alojado en el mismo lugar después de haber sido sacado de manera irregular de la Seccional 7ª.
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Hay otro dato que sorprendió a los fiscales. “Pichi”, alrededor de las 13.30 del miércoles 22 de noviembre, protagonizó una pelea con otro recluso en la que habría utilizado una punta carcelaria. Dos horas y media después, también con un arma blanca, atacó mortalmente a Medina después de haber recibido permiso para asistir al patio.
Cómo hizo para conseguir dos facas en una misma tarde y haber logrado un permiso después de esa falta grave, son las respuestas que tratará de conseguir la Justicia en los próximos días.
Mendoza, según una fuente judicial, en lo que va del año, fue trasladado a diferentes pabellones por su mala conducta. Hasta estuvo varios meses alojados en la Unidad 9, que es la de máxima seguridad y donde terminan los reclusos con peor disciplina.
Este dato no concuerda con las calificaciones que impone trimestralmente el personal del servicio penitenciario sobre el comportamiento de “Pichi”. En su legajo, de acuerdo a lo que figura en el expediente, su conducta, en lo que va del año, fue calificada con un “excelente” y dos “muy buenos”.
Ana Silva, la esposa de Medina, contó que los guardicárceles, además de pagarles unos $ 1.000 semanales por vender drogas, les prometían “acomodarles” las carpetas para que pudieran gozar de diferentes beneficios.
Giannoni sospecha que habría trabajado para los guardias, no sólo por las buenas notas, sino también por los permanentes cambios que tuvo durante el año, ya que cree que lo realizaban para que pudiera vender sustancias en todos esos lugares.
“Pichi”, según confiaron fuentes judiciales y policiales, “estaba jugado”. Con 20 años, fue condenado en marzo de 2016 a cumplir una pena de 18 años por haber asesinado a Melanie Eliane Williams cuando intentó robarle el celular, en marzo 2014. Mendoza aún debe ser enjuiciado por causas de robo agravado. Es considerado peligroso por la Policía. Después de haber acabado con la vida de la joven jujeña, se mantuvo prófugo durante al menos dos meses, hasta que decidió entregarse en mayo de 2014.